jueves, 15 de enero de 2015

BARUCH SPINOZA

“Que sea maldito de día y maldito de noche, maldito cuando se acueste y cuando se levante, maldito cuando salga y cuando entre, que Dios no lo perdone, que su cólera y su fervor se inflamen contra este hombre y traigan sobre él todas las maldiciones escritas en el libro de la ley”. Con este gesto los rabinos expulsaron de la sinagoga a un miembro de la comunidad judía de Amsterdam. Y poco después de la muerte de ese “maldito”, apareció en su sepulcro este epitafio: “Escupe sobre esta tumba: aquí yace Spinoza”. Este hombre de reputación atea, acosado durante su vida por calvinistas, judíos, teólogos católicos y “algunos estúpidos cartesianos”. Luego sería alabado, entre otros, por Goethe, Hegel, Feuerbach, Freud, Rusell y Einstein. Materialista moderno, sostuvo que el hombre es parte de la naturaleza, que en los humanos hay más cosas comunes que diferentes y que nociones como el azar y el libre albedrío o la voluntad divina son producto de nuestra ignorancia. Negó que la naturaleza persiguiera finalidad alguna. Anticipó ideas como que el pensamiento es resultado de la actividad cerebral y que la vida social la que nos hace inteligentes. 

Confinó los conceptos de bueno y malo en el ámbito de los valores personales y desechó el arrepentimiento, el miedo y la esperanza. Políticamente, Spinoza nos previno contra los lideres carismáticos y se pronunció a favor de la democracia, la tolerancia y la libertad de expresión.

Tísico desde los 20 años y alegre, recomendó los placeres y pensó que la felicidad dependía de un conocimiento adecuado, es decir, que para pasarlo bien es necesario pensar bien. Nacido en Amsterdam en 1632, Spinoza murió el 21 de febrero de 1677, solo, sin la presencia de amigos ni familiares, únicamente asistido por un médico.

Baste mencionar esta cita de su Tratado Político: “Los hombres, en efecto, no nacen civilizados, sino que se hacen. Además, los afectos naturales de los hombres son los mismos por doquier. De ahí que, si en una sociedad impera más la malicia y se cometen más pecados que en otra, no cabe duda que ello proviene de que dicha sociedad no ha velado debidamente por la concordia ni ha instituido con prudencia suficiente sus derechos”.

(Selección extraída de la edición publicada por Alianza Editorial. Florencio Jiménez Burillo)        

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