martes, 26 de mayo de 2020

EL FIN DE LA BURBUJA UNIVERSITARIA


Desde hace varios años se habla en EE.UU. de una burbuja financiera universitaria que ha venido endeudando a la clase media americana hasta alcanzar un 7.3% del PIB, sólo superada por los créditos hipotecarios. Mientras entre 1971 y 2019 el ingreso familiar promedio americano creció 28%, las matrículas lo hicieron en un 145%, en buena parte estimulado por el ingreso de estudiantes extranjeros pagaron US$45.000 millones anuales.

Situaciones similares han vivido otros países receptores de estudiantes extranjeros como Reino Unido, Australia y algunos de la UE. La explicación general de este fenómeno, aunque existen raíces más complejas, es el surgimiento de una gran clase media en el mundo que ha estado dispuesta a pagar altas tasas de matrícula por el retorno que representa un título de una universidad prestigiosa, una red social amplia y poderosa y un segundo idioma.

Pero la pandemia del COVID 19 ha puesto fin a esta burbuja y afecta no sólo a la élite de las universidades internacionales, sino a todas, en especial las de países con sistemas privados de educación que verán afectada su matrícula. EDMIT, una firma de consultoría universitaria, evaluó a 927 universidades privadas del Reino Unido, encontrando que 345 de ellas (más de 1/3), tendría una salud financiera baja, entendida como quedarse sin recursos para funcionar en los próximos 6 años. 

Frente a la pregunta de quienes soportarán mejor esta situación, la respuesta, como siempre, es que serán las más fuertes, pero a condición de que tengan la capacidad de adaptarse a esta nueva realidad. En Colombia, preocupa que algunas de las universidades importantes estén optando por permanecer inmóviles y también aquellas que tienen un alto endeudamiento por grandes inversiones en años recientes en procesos de alta calidad o en infraestructura (Según la revista DINERO, para el mes de enero de 2019 se calculaba en 5 billones de pesos, sólo en infraestructura).

Las universidades públicas, en todo caso, deben ser conscientes que los recursos de los Estados estarán dirigidos a fortalecer sus sistemas de salud y a generar nuevos empleos.

La solución tampoco son los cantos de sirena de la virtualidad, más allá de atender parcialmente la coyuntura actual. La presencialidad, así no sepamos como sea en el futuro, continuará siendo de preferencia para los estudiantes y las familias buscarán poder pagar por ella.


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