La Fundación Compartir recientemente
publicó un "Estudio de Calidad Educativa", cuyo propósito es hacer
una propuesta sobre la organización del sistema público de formación y manejo
del recurso docente que permita al país tener una mejora sustancial en su calidad
de la educación básica, secundaria y media, basado en los siguientes cinco ejes
fundamentales: Formación de excelencia previa al servicio, reclutamiento
de los mejores, evaluación para el continuo mejoramiento (parece increíble que
haya docentes que se amparan en disposiciones absurdas que impiden su
evaluación), programas especiales de desarrollo profesional y remuneración
competitiva.
La propuesta establece un plan de acción a
15 años en los que se invertirían $19.7 billones (valor presente neto)
adicionales a los destinados actualmente para educación, demostrando que es una
inversión socialmente rentable ya que "(…) el impacto económico total
de la reforma en valor presente neto oscilaría entre $40 billones y
$98 billones (dependiendo del escenario), si utilizamos
el estimativo de retornos a la calidad educativa de Colombia
de 50% por cada desviación estándar de mejora en
habilidades cognitivas".
Los resultados de las pruebas PISA 2012
sobre la educación de los jóvenes de 15 años nos devuelven a una verdad sabida:
que nuestra educación es de pésima calidad, que nuestros jóvenes no están
siendo formados para el mundo actual y que nuestros profesores no están
preparados para la educación del siglo XXI. Sin embargo, el camino de la
excelencia no exige esfuerzos financieros desproporcionados y prometen
resultados extraordinarios en el mediano plazo.
La voluntad política para estas
transformaciones educativas debería estar por encima de cualquier debate
electoral. Ni siquiera la búsqueda de la difusa paz puede ser más importante
que la aspiración social de formar a nuestros jóvenes con altos estándares de
calidad y tener a los mejores profesionales en las aulas de clase.
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