Con la excusa de la revisión de asuntos
cambiarios y alguna amenaza de posibles sanciones a las IES que no colaboren en
dichas investigaciones, recientemente han llegado a algunas universidades
colombianas un oficio del gobierno de la República Bolivariana de Venezuela
requiriendo información de nacionales de dicho país, que cursan programas de
educación superior en Colombia.
Una primera aproximación al asunto obliga
a dar un manejo cuidadoso en cuanto a la protección de datos personales en el que
la finalidad de la información requerida no es del todo clara y la autoridad
que requiere estos datos no resulta de obligatorio acatamiento en Colombia.
Pero ya es sabido que para todo hay excusas y habrá quien opte por pedir
autorización a las personas requeridas para entregar al tercero dicha
información y de esa manera acatar la ley y evitar inconvenientes con el
gobierno vecino.
Este hecho me ha hecho recordar que hace
varios años algunos miembros de la comunidad académica venezolana requirieron el
apoyo de la universidad colombiana frente a la recurrente vulneración de la
autonomía universitaria por parte del entonces presidente Hugo Chávez y a las
modificaciones constitucionales que afectaban su ejercicio. No diré que el
pronunciamiento de la universidad colombiana y de sus agremiaciones fue tímida,
sino que nunca se produjo, aunque para consuelo de tontos tampoco lo ha hecho
el grupo del proceso de Bolonia, a pesar de que la defensa de la autonomía
universitaria es uno de sus elementos fundacionales.
No entregar información al gobierno
bolivariano no sólo constituye una expresión valida de la autonomía
universitaria, sino que puede ser un gesto básico de solidaridad con los miles
de estudiantes que son perseguidos y asesinados en estas de horas de oscuridad
que viven los venezolanos.
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