Vivimos tiempos en los que cualquiera dice cualquier cosa y nadie puede decir nada.
Empiezo con esta: “Coelho, que se llama a sí mismo “Mago de la Literatura”, comenzó entonces a hablar del momento en que los escritores cayeron en desgracia. “Los autores de hoy sólo quieren impresionar a otros autores”, declaró. (Estamos de acuerdo en que Coelho se halla a salvo de ese riesgo.) Y luego: “Uno de los libros que hizo mal a la humanidad fue el Ulises, que es puro estilo. No hay nada allí. Si usted disecciona el Ulises, le sale un twit””. (Juan Gabriel Vásquez, El Espectador, 17 de agosto de 2012).
Hay que aceptar que Paulo Coelho no es un escritor ni un moderno, pero no debe ser condenado por sus opiniones, aunque sea porque hay quien lo lee. Quien lo creyera!!!!
Sin embargo, esa libertad debería ser general. Ya por ser concedida a él, merecería ser dada a quien quisiera. Y resulta que no!!!
Juan Esteban Constain, en El Tiempo, la misma semana, repite algo que viene diciendo. Para no citarlo, afirma que nadie puede decir nada. Y es cierto: Cualquier comentario es una injuria o, aún, calumnia. O, peor todavía, un fraude. Todo, porque así lo disponen los buenos.
Lo que trato de decir es que los derechos fundamentales, el derecho internacional humanitario, la moral o las buenas costumbres no deben paralizarnos. Habremos de extinguirnos cuando toda opinión, todo afan de conocimiento, toda pregunta, sean indebidos porque pueden ofender a cualquiera.
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