El pasado 13 de abril, fue aprobada La Ley 1520 de 2012 también conocida como “La ley Lleras 2.0” y que viene a regular materias en protección de derechos de autor en entornos digitales, en el marco de acuerdos establecidos en el TLC suscrito con Estados Unidos.
Lo que se está discutiendo es uno de los asuntos centrales de nuestro tiempo, porque es sabido que con la aparición de internet el conocimiento se ha hecho universal y gratuito, o como lo diría Sergey Mijaylovich Brin, uno de los creadores de Google, “Hace diez años un investigador de la Universidad de Stanford no tenía el mismo acceso a información que hoy día cualquiera puede tener en un cibercafé de Bangladesh”. Pero en la otra orilla hay una verdad de a puño y es que todas las sociedades protegen y premian a quienes generan ese conocimiento, que comprende expresiones culturales como la música o el cine.
Los desastrosos proyectos de ley SOPA y PIPA proponían una solución aterradora y era penalizar a los proveedores de internet por permitir que sus usuarios circularan el conocimiento de manera gratuita (como por ejemplo, la torta de zanahoria que mi mamá aprendió a hacer en un curso de cocina y me envió por e-mail), con el aberrante efecto de que todos seríamos vigilados y penalizados.
Este debate que en el mundo tiene muchos matices, en Colombia lo abordamos de manera particular. Se debatió y aprobó la ley en dos semanas, con lo cual no se regularon los eventos o eximentes de responsabilidad de los ISP por las infracciones de los suscriptores, así como el régimen de excepciones y limitaciones, como por ejemplo, establecer el alcance del concepto del ánimo de lucro, definido en la ley, o las excepciones, como las que hay en Estados Unidos, en relación con los derechos de autor en el ámbito académico, donde se permiten los préstamos académicos de fonogramas, obras audiovisuales, entre otros.
Evidentemente nuestra normatividad debe ser ajustada, pues lo vigente en derechos de autor data del año 82 cuando aún no existía internet en Colombia, pero debe darse una debate amplio, del que ha de participar toda la sociedad.
Lo que se está discutiendo es uno de los asuntos centrales de nuestro tiempo, porque es sabido que con la aparición de internet el conocimiento se ha hecho universal y gratuito, o como lo diría Sergey Mijaylovich Brin, uno de los creadores de Google, “Hace diez años un investigador de la Universidad de Stanford no tenía el mismo acceso a información que hoy día cualquiera puede tener en un cibercafé de Bangladesh”. Pero en la otra orilla hay una verdad de a puño y es que todas las sociedades protegen y premian a quienes generan ese conocimiento, que comprende expresiones culturales como la música o el cine.
Los desastrosos proyectos de ley SOPA y PIPA proponían una solución aterradora y era penalizar a los proveedores de internet por permitir que sus usuarios circularan el conocimiento de manera gratuita (como por ejemplo, la torta de zanahoria que mi mamá aprendió a hacer en un curso de cocina y me envió por e-mail), con el aberrante efecto de que todos seríamos vigilados y penalizados.
Este debate que en el mundo tiene muchos matices, en Colombia lo abordamos de manera particular. Se debatió y aprobó la ley en dos semanas, con lo cual no se regularon los eventos o eximentes de responsabilidad de los ISP por las infracciones de los suscriptores, así como el régimen de excepciones y limitaciones, como por ejemplo, establecer el alcance del concepto del ánimo de lucro, definido en la ley, o las excepciones, como las que hay en Estados Unidos, en relación con los derechos de autor en el ámbito académico, donde se permiten los préstamos académicos de fonogramas, obras audiovisuales, entre otros.
Evidentemente nuestra normatividad debe ser ajustada, pues lo vigente en derechos de autor data del año 82 cuando aún no existía internet en Colombia, pero debe darse una debate amplio, del que ha de participar toda la sociedad.
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