En un blog anterior ya me había referido a la rendición de cuentas en las instituciones de educación superior, como una contracara necesaria de la autonomía universitaria.
Sin embargo, se encuentra cada vez más en los diferentes documentos sobre educación superior, más allá del tema de la crisis y el uso de las nuevas tecnologías, la importancia de los elementos de transparencia aplicados a las diferentes organizaciones.
Para el caso de las instituciones de educación superior, que prestan un servicio público, que concretan un derecho fundamental y que, independientemente de su naturaleza, reciben de manera creciente recursos públicos, la transparencia se convierte en una condición esencial en sus procesos de calidad, innovación y función social que le son propios.
Esta transparencia está relacionada con la publicidad y difusión de su información, pero también con los procesos de definición de sus políticas, la elección del gobierno universitario, la identificación de su organización académica y administrativa, la gestión financiera, la calidad de la investigación, entre otros.
A falta de regulación legal, ya hay casos de sistematización de estos elementos de transparencia como la Universidad de California o la Universidad de Southhampton.
Llama la atención, como se ha venido discutiendo como un elemento de transparencia, la participación de la mujer en el gobierno universitario. Según cifras de la UNESCO, el número de mujeres matriculadas en instituciones de educación superior ha crecido casi el doble de rápido que la de los hombres desde 1970, el aumento es de 10,8 millones en 1970 a 77,4 millones en 2008, pese a lo cual, entre las 200 universidades más importantes de América Latina, 84% son dirigidas por hombres y sólo el 16% por mujeres. Podría consolarnos que el indicador en el resto del mundo es similar.
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